Hay momentos en las ciudades en los que ya no basta con seguir como como siempre. Matehuala está justo ahí. Cuatro problemas aquejan a la sociedad: suicidios, accidentes en motocicleta, acoso sexual y extorsiones. Se han convertido en dolores tan constantes que se corre el riesgo de aceptarlos como parte normal de la convivencia. Y ese es el verdadero peligro.
El suicidio, por ejemplo, dejó de ser un tema aislado para convertirse en un reflejo cruel del desgaste emocional de la comunidad. No es normal que tantas familias vivan esta tragedia en silencio. No es normal que la salud mental siga siendo un tema secundario, cuando claramente se volvió una urgencia. Matehuala necesita espacios, programas y acompañamiento real.
El segundo dolor está en las calles, con los accidentes en motocicleta. Día con día, motociclistas jóvenes, muchos sin casco, muchos sin experiencia, ponen la vida en riesgo. Una ciudad no puede acostumbrarse a que cada día haya un nuevo caso grave. Urge educación vial, urge responsabilidad del conductor, urge una cultura de prevención. No es solo un tema de tránsito, sino de vida.
El acoso sexual es quizá el más indignante. Historias que se repiten en escuelas, centros de trabajo y espacios públicos muestran que el problema no es individual, sino soci. Hay mujeres, niñas y adolescentes viviendo con miedo, incomodidad o silencios forzados. Y Matehuala no puede permitir que eso sea “lo de siempre”. Se debe evitar la normalización, hablar del tema y generar entornos donde la víctima no tenga que cargar sola con el peso de alzar la voz.
Y está la extorsión, un dolor que no siempre se denuncia, pero que todos saben que existe. Comerciante que recibe llamadas, familia que cambia rutinas, negocio que baja cortinas más temprano. Aunque sea mediante el teléfono desde penales de otros estados, el ambiente de incertidumbre sí se siente. Atender este tema no es solo un asunto de seguridad, es un asunto de confianza ciudadana.
Cuatro dolores distintos, pero unidos por la urgencia. Cada uno exige que la sociedad, las instituciones, las familias y las propias personas afectadas encuentren caminos de acción. Ignorarlos no los hará desaparecer. Y minimizarlo solo los hace crecer.
Matehuala es más grande que sus problemas, pero también está en un punto donde necesita ponerlos sobre la mesa con seriedad. Porque lo único que no se puede permitir es seguir llamándole “normal” a lo que claramente no lo es.
