Como cada octubre, el mundo se tiñe de rosa. Edificios emblemáticos y sedes de instituciones de salud se iluminan con el color de la esperanza, conmemorando el Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama y buscando sensibilizar a la población sobre la importancia de la prevención y la detección oportuna. Es un mes de campañas masivas, autoexploraciones recordadas y la promesa de salvar vidas.
Sin embargo, detrás de esta escenografía rosa, se esconde una realidad que ensombrece las buenas intenciones. Mientras las estadísticas oficiales, confirman que el cáncer de mama sigue siendo una de las principales causas de muerte, voces de víctimas y sus familias revelan un problema que poco se difunde como la lentitud e, incluso, negligencia en el sistema de salud.
De acuerdo con especialistas, el diagnóstico temprano es indispensable para el éxito del tratamiento. Recomiendan que el diagnóstico no exceda los dos meses y el tratamiento inicie en los siguientes tres. Pero la realidad es diferente en muchos casos. Testimonios documentan que el tiempo promedio que transcurre desde que una paciente detecta un síntoma hasta que recibe un diagnóstico certero puede extenderse a 6, 7 e incluso más meses.
Esta demora se debe, a menudo, a la combinación letal de diagnósitcos erroneos y personal que no esta capacitado retrasando la solicitud de estudios especializados. Además, la saturación de los servicios de salud generan citas con meses de distancia para estudios vitales. En ocasiones, cuando la paciente finalmente obtiene una cita para un estudio, los resultados tardan semanas, y la atención del especialista es otro proceso burocrático. El resultado de estas deficiencias es que un porcentaje alarmante de mujeres son diagnosticadas en etapas avanzadas, cuando el cáncer ya ha hecho metástasis, volviendo el tratamiento más complejo y con un pronóstico de vida con bajas esperanzas.
Octubre es, sin duda, un momento esencial para la concientización, para recordar a cada mujer la necesidad de la autoexploración y los chequeos anuales. Pero esta conmemoración debe ir más allá de la iluminación de fachadas. Es urgente que las autoridades dejen de invertir en focos de colores y se dediquen a la optimización de los tiempos de espera para estudios de diagnóstico, la garantía de insumos y tratamientos oncológicos.
Solo cuando el sistema de salud responda con la misma urgencia que demanda la enfermedad, las luces rosas de octubre podrán reflejar no solo la concientización, sino también la promesa cumplida de un diagnóstico oportuno que realmente salve vidas. La memoria de quienes han muerto por la negligencia de la lentitud exige que las buenas intenciones se transformen en acciones eficientes.